«A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura.» (Isaías 55:1-2)

Las cosas verdaderamente buenas en la vida son intangibles y no se adquieren con dinero.

*Puede tener una hermosa casa, pero no una familia.

*Puede comprar la mejor cama del mundo, pero no el sueño

*Puede comprar los placeres, pero no el amor de su cónyuge y de sus hijos.

*Puede comprar una iglesia, pero no la salvación.

*Puede comprar un nicho en el cementerio, pero no la vida eterna.

Todas las cosas que se pueden comprar son temporales, vacías y efímeras, pero las de verdadero valor son aquellas que no se ven, las espirituales, como bien dijo el apóstol Pablo, en 2 Corintios 4:18 «no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.»

Comencemos a valorar las cosas desde la perspectiva correcta, la de Dios, de lo contrario, habremos muerto, sin haber vivido, y habremos vivido, como si estuviésemos muertos.